« Es una verdadera adicción. :a fuerza de percibir los signos de la carestía, a fuerza de identificar la belleza y la honorabilidad, terminamos por no considerar más bello aquello que no se vende por mucho. » Thorstein Veblen, Teoría de la clase ociosa (1899), Gallimard, p.87.
Hubo una mañana, hubo una tarde. Así podría comenzar la historia de una historia interminable entre la obra y su público. Una historia que se perpetúa a través de los siglos como un trastorno cognitivo obsesivo y convulsivo en constante evolución que no cesa de modular nuestras percepciones del mundo artístico, su mercado y sus actores. Una psicosis de definición para comprender mejor los valores cambiantes de la creación contemporánea, sus tiempos, sus espacios, sus dogmas y sus rebeliones.
Durante los veinte años que llevo pintando, me he dado cuenta de la insoluble ecuación que busca resolver la adecuación entre el valor artístico de la obra (calidad) y su valor económico (precio). Cabe destacar que se vuelve aún más divertido cuando hay que introducir un componente inseparable de los otros dos. Valor individual (el deseo de quien actúa de adquirir en el ocio, intelectual o financieramente), porque este es, en realidad, el verdadero problema de la ecuación. El individuo intenta constantemente tranquilizarse definiendo, clasificando y jerarquizando las cosas para definir mejor los contornos que le permitan tomar decisiones. Esta palabra...
¿Pero no habría otra forma? ?
En 2010 escribí esto en preparación para mi exposición.
La solución a la ecuación sería la obra misma. Porque, ya sea su valor artístico o económico, todo depende del valor individual de quien la contempla. ¿Qué buscan? ¿Qué sabe él? Estas dos preguntas son esenciales porque definen su intención, y de esta intención surgirá el valor económico de la obra. Por mi parte, sigo convencido de que el valor artístico de la obra no es una variable relevante en economía, y menos aún si hablamos de especulación.Sólo importa el valor económico : capacidad mediática, notoriedad, rango o categoría social… Todo un conjunto de cosas que permiten al comprador disfrutar de satisfacción Satisfacer un deseo. Esta es la esencia del consumo: la satisfacción de un deseo. El arte se consume como cualquier otro producto, con un posicionamiento que va desde lo económico hasta el lujo. Un posicionamiento que depende mucho más del marketing, la cobertura mediática y el empaque que del producto en sí, como ocurre con todos los demás bienes de consumo.
Sin embargo, me encuentro soñando con ese momento en que el retorno a la consideración del valor artístico ya no sea la guinda del pastel económico, sino una noción central basada en la experiencia sensorial que la obra nos invita a experimentar en cada uno de nosotros. Un valor de autoexpresión compartida, del redescubrimiento de nuestros sentidos que nos han dado el conocimiento actual y no del...