« Silenciar la historia es distorsionar la memoria de quienes nos liberaron. Falsificarla es cometer la más abominable violación de la conciencia y la dignidad de un pueblo.» Bihmane Belattaf
A veces las palabras no alcanzan para expresar un sentimiento y nos ahogamos por no poder hablar de él. Todavía me pregunto por el mundo que muere sin desear su fin. Me pregunto por nosotros, los hombres que buscamos el bienestar, ya sea espiritual o material, una búsqueda permanente que quizás nunca se canse. Me pregunto por el futuro del mundo que nos sostiene. Me pregunto cuánto tiempo podrá soportar nuestros desechos. Tierra, mar, aire, espacio, todo va allí. Y, desde los confines del universo, los vestigios de nuestra prehistoria regresan a nosotros. ¿Qué será de nuestras acciones para la prehistoria del mañana? No puedo pintar en este momento de reflexión, no es que no tenga ideas, pero son tan tristes e intento en vano encontrar ese aliento que me da esperanza en este mundo.
Me encantaría retratar la felicidad en el campo y la alegría de vivir de nuestra juventud, pero dondequiera que voy, hay desolación y tristeza, la lucha por la existencia, incluso por la subsistencia. La alegría de los jóvenes es celebrar el abuso y, a veces, el libertinaje; sin embargo, hay quienes luchan y construyen cosas, pero los dejamos de lado, prefiriendo hablar de quienes destruyen, rompen, roban y violan, o trafican con todo tipo de cosas. Sexo, simbolismo y dinero: esas son las imágenes que les ofrecemos en nuestras ondas. Violencia, desamor, trivialidad, mezquindad, engaño y trivialidad se les presentan en nuestras series de televisión, donde adquieren la apariencia del perfecto hipócrita y el perfecto estafador. La audiencia... Este es el lema de los medios de comunicación, y para los jóvenes todo lo demás les parece, y les resulta, aburrido. La religión los exaspera, Benedicto XVI y sus contradicciones.
¿Valores fundamentales? ¡Hablemos de ellos!
Familias monoparentales, prestaciones de todo tipo, mujeres solteras pero acompañadas, niños abandonados, analfabetos. He visto cosas funcionando en la calle y en contacto con poblaciones desfavorecidas o en dificultades. ¡Cada día, un vagabundo más! Disculpen, una persona sin hogar, al igual que las personas con discapacidad visual, las personas con discapacidad auditiva y los técnicos de limpieza. Cuánta hipocresía mata la bondad y algún día estallará. Tanto sufrimiento, violencia, falta de respeto. Me da pena mi futuro, el que construimos juntos por separado. A pesar de todo, tengo fe en el espíritu de la humanidad.
Necesitamos una revolución, no en la anarquía ni en una revuelta explosiva, sino en el alma del pueblo, en la conciencia y la solidaridad. Una movilización general contra la indiferencia de los hombres hacia sí mismos. Para rebelarnos, no contra nuestros políticos, sino contra nosotros mismos, que permitimos que nuestra existencia sea dictada por leyes y decretos. Abusemos un poco de nuestra humanidad y asumamos la responsabilidad de asegurar que el mañana refleje una voluntad común.La utopía no siempre ha sido un sueño inútil, porque sin ciertos utópicos, no estaríamos aquí hoy, viajando desde el fondo de los océanos hasta los confines del universo. A menudo, hemos explotado el sueño de otros para satisfacer una sed destructiva de poder que justificamos con diversos subterfugios. Soy utópico al creer que un día todo será para bien en el mejor de los mundos posibles, que nos hubiéramos tomado el tiempo de salvar de nuestra locura. Seguiré siendo utópico, por siempre, luchando junto a quienes ya no pueden, o no. Seguiré siendo utópico cada día, creyendo que mañana la humanidad prevalecerá sobre la individualidad. Me siento perdido en este mundo, me siento arrastrado por el sistema, pero me mantengo de pie con mis reveses y mis esperanzas, caminando con la cabeza alta ante la adversidad y la inevitabilidad del amanecer, con o sin el canto del gallo, y la puesta para dar paso a la luz de la noche que marca el ritmo de los sentidos. Estamos obligados a vivir esperando la muerte, así que vivamos el mañana, pensando cada día en la piedra que pusimos ayer.